El Mundial, esa maravillosa droga llamada fútbol, nos metió en una nube y nos hizo creer que había un país distinto. Los audios de IDL nos volvieron a la realidad.
No soy de deprimirme, pero estos audios han sido un duro golpe. Es una joda ser sensible. Hablo con mi hijo por FaceTime. Se fue hace años del país porque aquí la cosa siempre es difícil. Lo primero que hago es pedirle perdón por haber nacido en el Perú. Puede sonar absurdo pero así fue. Me salió del alma. Siento vergüenza, indignación, culpa por haberle condenado a la peruanidad. Sí, la peruanidad al nivel de una enfermedad endémica, una plaga, una peste. Él no lo siente así. Yo sí. Me siento culpable y listo. Ni el maravilloso paisaje ni la incomparable comida me consuelan. Otros se sienten orgullosos por el imponente nevado o la chanfainita, yo no. Además nunca me creí que ser los cocineros del mundo fuera para festejar. Si se trata de escoger, hubiera preferido otro Nobel o algún descubrimiento científico. No desmerezco el gran trabajo que han realizado algunos chefs. Simplemente no me llena. Ja,ja. La comida no me llena. La gastronomía peruana no me anima a cantar “Tengo el orgullo de ser peruano…” He terminado por creer que ser optimista en el Perú es una irresponsabilidad.